Empeoró ostensitlbemente el puntaje, aunque se mantuvo en la misma posición, pese a un cambio positivo que amortigua la incidencia relativa de la inflación, su problema más notorio.
La Argentina volvió a ubicarse nuevamente entre los 10 países de mayor penuria o “miseria” económica entre los 157 que este año computó el economista Steve Hanke, profesor de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, EEUU, un halcón de la moneda dura y la economía ortodoxa que recientemente dijo a Infobae que apoya la propuesta de Javier Milei de dolarizar la economía argentina para terminar con la inflación.
Hanke publicó este jueves en The National Review, una publicación de EEUU, la nueva edición de su Hanke Annual Misery Index (HAMI), basado en los datos de 2022. Argentina vuelve a aparecer allí en el sexto lugar del ranking, detrás de Zimbabue, Venezuela, Siria, El Líbano y Sudán y por delante de Yemen, Ucrania y Cuba. El país es casi un abonado a los primeros lugares de ese ranking: además de la de 2021, estuvo también en los primeros lugares en las ediciones de 2020 y de 2019.
Con una calificación de poco más de 156 puntos, el país empeoró la del año anterior, de 86 puntos, diferencia que se explica en gran medida por el aumento entre 2021 y 2022 de las tasas de inflación y de interés. Los países más “miserables” de esta edición, Zimbabue y Venezuela registraron 414,7 y 330,8 puntos respectivamente. Brasil, que en la edición anterior habia entrado en la novena posición, esta vez se alejó del Top 10 y mejoró al puesto 27, con una nota de 61 puntos.
En el extremo opuesto, al fondo del ranking (ergo, mejor en la métrica de Hanke), con notas de entre 5 y poco más de 11 puntos los 10 países o jurisdicciones más afortunados fueron Suiza, Kuwait, Irlanda, Japón, Malasia, Taiwán, Níger, Thailandia, Togo y el principado de Malta.No necesariamente “miseria”.
Cabe aclarar que la palabra Misery en inglés refiere más una situación de desdicha, malestar o penuria ocasional que de miseria o pobreza extrema. El índice es también muy economicista, al no incluir de manera directa datos como las tasas de pobreza, nutrición, instrucción, inseguridad, o situaciones de guerra, que vuelven muy desdichada la vida de naciones y personas afectadas.
El índice considera las tasas de inflación, desempleo e interés nominal como factores “malos” y detrae, por ser un factor “bueno”, la de crecimiento del PBI por habitante, al cierre del correspondiente año.
Con una calificación de poco más de 156 puntos, la Argentina empeoró la del año anterior, de 86 puntos, diferencia que se explica en gran medida por el aumento entre 2021 y 2022 de las tasas de inflación y de interés
El Economic Misery Index original fue una creación del economista Arthur Okun, luego refinada por Robert Barro, profesor de Harvard, que incluyó entre las variables el rendimiento de los bonos de un país a 30 años y la “brecha” del PBI real respecto del “potencial”. Hanke simplificó el aporte de Barro reemplazando el cálculo de “brecha” del PBI por la tasa de crecimiento real (esto es, descontada la inflación) del PBI por habitante y el rendimiento de los bonos a 30 años (que muchos países no pueden emitir) por la tasa “activa” de interés, la que los bancos aplican a sus préstamos a familias y empresas.
La novedad es que por primera vez, en respuesta a críticas de Josh Zumbrun, columnista del Wall Street Journal, quien subrayó que iguales tasas de inflación y de desempleo no tienen el mismo efecto de miserización, Hanke decidió duplicar el valor de la de desempleo al calcular el índice, que de este modo ahora surge de sumar la tasa de inflación, la de interés y el doble de la de desempleo y restar la de crecimiento del PBI por habitante. Las 3 primeras variables contribuyen a la “miseria” o penuria, en tanto el crecimiento del PBI por persona la atenúa o contribuye al bienestar o felicidad de las personas.
Factor inflación amortiguado
De ese modo Hanke amortiguó en parte el fuerte peso asignado a la inflación. Pero, como señaló en su momento Infobae, esta también tiende a ser computada más de una vez: primero de modo directo y luego de modo indirecto, por su impacto sobre la “nominalidad” de la tasa de interés, algo que ocurre aun si ésta en términos reales resulta negativa (esto es, inferior a la inflación).
Infobae