En 1997, Reed Hastings alquiló la película Apolo XIII en la mega cadena de videoclubs Blockbuster. Se demoró en devolver la película y cuando lo hizo le cobraron una penalidad bastante alta, por lo que tuvo que pagar 40 dólares. Indignado, buscó ayuda en un amigo, Marc Randolpg y juntos se embarcaron en un proyecto revolucionario: el vídeo bajo demanda. Al poco tiempo Reed lanzaba Netflix junto a Randolph con sede en California.
Se trataba de un servicio que realizaba en internet pero que llevaba las películas en DVD a la casa por correo postal.
En ese momento, el DVD apenas estaba empezando a conocerse (sólo el 1% de los estadounidenses tenía uno).
Otra gran novedad fue el algoritmo que permitía ofrecer sugerencias a los usuarios en función de los pedidos realizados, algo único y novedoso.
Su tarifa era de un alquiler de 7 días por 4 dólares y otros 2 por el envío.
La empresa dio pérdidas en sus primeros 6 años y recién 2003 comenzó a generar ingresos.
El siguiente paso era una alianza con Blockbuster, la cadena de videoclubs más famosa de la historia. Sin embargo, el CEO de Blockbuster se burló de Reed en ese momento. “Les costaba no reírse”, cuenta Randolph. 20.000 dólares (18.000 euros) y un sentimiento de rechazo convertido en actitud positiva fueron el punto de partida de Netflix para convertirse en uno de los actores principales del entretenimiento global. Ese dinero es lo que costó en 2000 a Randolph, según cuenta en el libro That Will Never Work: The Birth of Netflix and the Amazing Life of an Idea, y a su socio Reed Hastings contratar un avión privado para volar a Dallas de madrugada y llegar a tiempo a una nefasta cita con los jefes de Blockbuster que selló el destino de ambas empresas. El director financiero de la maltrecha Netflix, Barry McCarthy, dudaba, pero Reed fue tajante: «Barry, hemos esperado meses para lograr esta reunión. Vamos camino de perder 50 millones este año. Tanto si sacamos esto adelante como si no, otros 20.000 no marcarán la diferencia». Y a Dallas volaron.
Blockbuster, creada en 1985, estaba en el final de su esplendor. Tenía presencia mundial, con miles de establecimientos comiéndole el terreno a los videoclubes locales. Netflix se ofreció a ser la encargada de la parte digital, pero en Blockbuster les dijeron que cuando llegara el momento de dedicarse a Internet, ya lo harían ellos, que sabían lo que hacían. Eso no ocurrió. Nunca se adaptaron bien y la empresa quebró en 2010 con una deuda de 900 millones de euros. En 2014 cerró todas sus tiendas excepto una, que sigue abierta en Bend, Oregón.
La TV en streaming que conocemos ahora Netflix la ofreció ya en 2007, vendiéndola con una característica tan atractiva como todo lo demás: la inmediatez. Los usuarios podría ver sus películas sin necesidad de esperar a que llegase el correo.
El nombre de Netflix procede de Net abreviatura de «internet» y flix de flicks forma coloquial en inglés de «películas».
Este hecho provocó que Hastings pensara en un sistema de alquiler de películas, a través del comercio electrónico, que no acarrease multas. Al principio, los usuarios encargaban un film de los catálogos de este videoclub virtual y cuando la devolvían podían pedir una segunda. Sin embargo, la verdadera innovación se produjo con la visualización de los contenidos de manera streaming. Desde luego, la «revolución Netflix» ha ido in crescendo a lo largo de los años, aunque no es hasta 2015 cuando comienza su expansión a nivel internacional. Las cifras hablan por si solas: en 2008 contaba con 8,4 millones de suscriptores, y a día de hoy ya son 200 millones de usuarios alrededor del mundo.
La revolución Netflix, ha ido ‘in crescendo’ a lo largo de los años, aunque no es hasta 2015 cuando comienza su expansión a nivel internacional
En cuanto al modelo de suscripción, los consumidores pueden elegir cuánto pagar en función de la calidad del streaming y de las pantallas que pueden tener de manera simultánea visualizando contenidos. Además desde hace poco Netflix nos permite visualizar películas y series de manera offline con tan solo descargarlas anteriormente.
En 2011, la compañía comienza a apostar por la creación de producciones de contenido original, y lo hace con el lanzamiento del drama político House of Cards, dirigido por David Fincher y protagonizado por Kevin Spacey, dos pesos pesados de la industria del cine. Actualmente, series como Por trece razones, Stranger Things o The Crown están teniendo una gran aceptación entre el público y la crítica. También destaca la creación de largometrajes, que son reproducidos únicamente en su plataforma, sin pasar por el cine.
Hoy por hoy, Netflix es la líder en plataformas streaming, pero además de la competencia que ya tiene (HBO, Amazon Prime), en los próximos meses van a surgirle nuevos rivales como Disney, Apple y Warner, que amenazan con retirarle la corona.
Está claro que la forma en la que consumimos material audiovisual está cambiando; ya no tenemos que tragarnos publicidad para ver la película o serie que nos gusta, ni estar supeditados a un horario. Ahora tenemos acceso a esos mismos contenidos de forma inmediata, sin esperas, horarios ni pausas. Queda por saber si este método de reproducción a la carta acabará algún día con la televisión tradicional.