ALIMENTACIÓN. La conocida periodista argentina Soledad Barruti, que hizo fama de su nombre enfrentando grandes corporaciones ligadas a la industria alimentaria tras las publicaciones de sus libros «Mala Leche» y «Malcomidos», difundió una breve extracción del último mencionado, donde habla de la soja y bebidas ultraprocesadas pertenecientes a una marca que está presente en todos los comercios.
En marzo pasado, INFOBER dialogó con Barruti sobre la Industria alimentaria: ¿sabemos a qué peligros nos tiene expuestos?
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Soledad Barruti: Nos están haciendo comer cosas que no necesitamos
Según publicó en su libro «Malcomidos», la marca «Ades» y sus productos no son recomendables. Lo describe de esta forma:
Agua azúcar, jarabe de maíz de alta fructosa (un azúcar ultrparocesado, que puede ser más dulce y adictivo que el azúcar), soja y aditivos: saborizantes y aromatizantes y emulsionantes como la goma xantica que puede alterar el microbioma intestinal. Es un líquido yermo al que le agregan “nutrientes” artificiales, la mayoría extraídos del maíz. La de “jugos” es lo mismo con un poco de jugo y la de almendras no tiene soja sino pasta de almendras.
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Son bebidas azucaradas y ultraprocesadas, no recomendables. Pero la de soja es la peorcita: entre otras cosas es 6 veces más ácida que la leche de vaca, ideal para la formación de placa bacteriana que termina en destrucción del esmalte dental y en caries.
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Pero sigamos hasta los campos que hoy ocupan el 60 % de la tierra cultivable, sobre la que se arrojan 1000% más venenos que hace 20 años. Un cultivo que desplazó a 200 mil familias campesinas y dejó, y deja pueblos con cáncer, escuelas rurales vacías, montes nativos muertos. Es cierto: la mayoría de la soja (y el maíz) se cultivan para alimentar animales, pero no hay que desestimar el uso en este tipo de productos, muchas veces consumidos por personas que, justamente, no comerían animales ni lo que se les hace producir.
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La “leche” de soja se popularizó a principios del 2000. La crisis abría las puertas a la caridad del campo: sin leche ni carne en los comedores, la soja que al agronegocio le sobraba, pasó a ocupar un lugar prioritario para niños y bebés empobrecidos. ¿Resultado? Los fitoestrógenos y antinutrientes que tiene la soja consumidos con regularidad hicieron estragos al punto que se dejó de dar a menores de 2 años y se limitó el consumo a menores de 5 en lugares estatales.
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Beber estas cosas no solo hacen daño a la salud, también alimentan un sistema reñido con la vida.
La autora de Malcomidos (2013) realizó para su nuevo libro, «Mala Leche» (2018), una exhaustiva investigación sobre la industria alimentaria para la cual recorrió toda Latinoamérica durante cinco años.

