Emprender en Misiones: adaptarse mientras el modelo se queda atrás



Por Daniel Orloff

En Misiones, emprender dejó de ser una elección romántica. Hoy es, para miles de personas, una forma de adaptación frente a un mercado laboral que ya no absorbe mano de obra como antes. El empleo formal escasea, pero la actividad no se detiene: cambia de forma.

El comercio tradicional atraviesa una transformación profunda, no solo en la provincia sino en todo el mundo. El local físico, con persiana, empleados y horarios rígidos, ya no es el centro del consumo. La gente compra online, compara precios y cruza fronteras. Paraguay y Brasil ofrecen productos hasta un 50 o 60% más baratos, empujados por menores impuestos y un tipo de cambio más competitivo. Miles de misioneros lo hacen a diario, sin ideología ni militancia: lo hacen porque les conviene.

En ese contexto, abrir hoy un local tradicional no es una apuesta, es casi un acto de fe. En Posadas, según datos del Centro de Empleados de Comercio, se registraron cientos de despidos y cierres durante 2025. No porque la gente haya dejado de consumir, sino porque cambió cómo y dónde lo hace. Incluso grandes supermercados como Oberá o San Vicente ya fortalecen sus plataformas online con envíos gratuitos: saben que muchos clientes ya no vuelven al changuito.

Mientras tanto, el emprendedor se adapta más rápido que el sistema. Compra mercadería al por mayor, la fotografía y la vende desde su casa por WhatsApp o redes sociales. Sin empleados, sin alquiler, sin habilitaciones interminables. Vende más que muchos comercios formales y con costos mínimos. El problema aparece cuando intenta crecer: la burocracia y la presión fiscal funcionan como un freno inmediato.

Sostener un comercio en regla en Misiones implica enfrentar alquileres elevados (muchas veces justificados por tasas municipales), múltiples habilitaciones y controles que se sienten persecutorios. La provincia se encuentra entre las que más tasas municipales cobra por empresa, con un promedio superior al nacional y, en más del 80% de los casos, sin una contraprestación clara. Contratar a una persona puede implicar hasta un 80% adicional sobre el salario bruto en aportes y contribuciones. Para un pequeño comerciante, es inviable tener un empleado.

El resultado está a la vista: caen las ventas, cierran locales y aumentan los despidos. La respuesta oficial suele ser más controles sobre la informalidad, cuando el problema de fondo es otro. Hoy, el costo de estar en regla supera lo que se puede ganar en un mercado que migró al comercio digital, al intercambio informal y al consumo transfronterizo.

La informalidad en Posadas, por ejemplo, ronda el 55%, la más alta del NEA. No es solo evasión deliberada: es un sistema que expulsa. Culpar al pequeño emprendedor sin revisar las reglas es una forma cómoda de mirar para otro lado.

A nivel nacional se avanzó en desregulación y simplificación. En Misiones, en cambio, la lógica recaudadora sigue intacta: cobrar primero, facilitar después (si queda margen). Sin reducción de costos iniciales, sin trámites simples y sin un acompañamiento real para formalizar lo que ya existe, la brecha entre el Estado y la economía real seguirá creciendo.

En Misiones, emprender no es ir contra la ley: es resistir un modelo que no se adaptó a tiempo. Mientras el comerciante sea visto solo como una fuente de recaudación y no como un motor productivo en un mundo sin fronteras físicas, la crisis seguirá naciendo desde arriba y la gente seguirá resolviendo desde abajo.