El 10 de diciembre Pablo Alberto Hassan cumplirá cuatro años como alcalde de Oberá. Alguien tiene que decirlo: debieron prepararse mejor él y los muchachos y chicas que puso a cumplir funciones públicas y que han demostrado que están más para organizar una fiesta en un boliche que para administrar la segunda ciudad más importante de Misiones.
La renovación gobierna Oberá desde el 10 de diciembre de 2003 y en más de dos décadas no solucionó ni uno solo de los problemas de la ciudad. Hassan sigue con la penosa tradición.
No solucionó los tradicionales problemas de la falta de luz y de agua. La iluminación pública de Oberá, tipo velatorio, es la envidia de los ladrones de otras partes del país que sueñan con el amparo de una oscuridad semejante. Por la nueva línea de 132 kW Hassan no movió un dedo. Lo único que hay sobre esa línea son promesas sobre el bidet. Y el agua potable, que no debería ser problema en una ciudad edificada sobre una reserva de agua dulce como el acuífero Guaraní, sigue siendo un problema para demasiada gente.
La administración actual tiene problemas para gestionar la recolección de residuos. La basura, siempre, se recogió de lunes a viernes. De pronto, se la recolecta tres veces por semana y en tres horarios distintos según el barrio. ¡Tienen problemas con la basura!
Lo del SEMO, el estacionamiento medido, es otro negocio de posadeños metido en Oberá. La empresa es la misma que opera en Posadas. Falta una señalética que advierta sobre el cobro pero se entiende esa falta dado el espíritu recaudatorio de un sistema pensado para aplicar multas jugosas. Y encima la definición de lo que es el “microcentro” de Oberá no para de crecer.
El estado de muchas veredas hace pensar que a Oberá también la bombardeó Putin, como a Kiev. Y las calles se dividen entre las asfaltadas cuyo asfalto se rompe fácil y las no asfaltadas. Eso en una ciudad donde la gente maneja como en “Los autos locos”, aquél dibujito animado de Hanna-Barbera.
En la Argentina la lucha contra la delincuencia se viene perdiendo hace rato. La Oberá de Hassan no es ninguna excepción.
Misiones es un feudo en el que la información que debería ser pública, es hermética. Oberá reproduce ese diseño. La estrategia comunicacional del gobierno de Hassan es hacer silencio ante temas incómodos y limitarse a hablar con los pauteros. Y en el mundo digital ya cooptaron a quiénes debían.
La CELO, en manos de laderos del alcalde, es administrada por gente que ni siquiera está en condiciones de hacer público el balance del estado contable de la entidad.
El próximo 9 de enero Pablo Alberto Hassan cumplirá 33 años y es alcalde desde antes de cumplir los treinta. ¿Cómo llegó al cargo? Los feudos están habitados por un gran número de personas que son incapaces de encontrar una forma de vivir sin servir a un amo. Son los que, al votar, legitiman el sistema que los cuenta como electores cautivos. Pueden cambiar de amo. Pero morirán serviles. Ese voto cautivo entronizó a Ewaldo Rindflesich en tres períodos y a Carlos Fernández en dos. Cuando Carlos Rovira lo mandó al “doc” Fernández al Congreso de la Nación, el entonces concejal Hassan asumió en diciembre de 2021 como interino. En 2023, ley de lemas mediante, fue electo para el período que culminará en 2027. Como la oposición se divide entre unos cuantos “Borocotóes” y otros cuantos ególatras incapaces de construir un proyecto colectivo, Hassan tiene la reelección a su alcance, excepto que le aparezca un rival renovador o que los intereses del presidente Milei choquen con los de Rovira y decida competir también en los comicios locales. Es patético. Pero es así.
Políticamente, Oberá es hoy un barrio de Posadas cuyos trazos gruesos se delinean en el Parque Paraguayo. También es patético. Pero también es así.
El escritor Milan Kundera decía que “El problema de la vida es que el ensayo es el estreno”.
Hassan y sus muchachos estrenaron la gestión sin ensayar.
Y se les nota…
Walter Anestiades
