Allá por 2019, cuando Oscar Herrera Ahuad era gobernador y recorría cada rincón de la provincia con promesas de “igualdad territorial” y “salud para todos”, Campo Ramón fue uno de los tantos escenarios donde la palabra “compromiso” sonaba fuerte. En cada acto, en cada campaña, el entonces mandatario repetía que ningún misionero quedaría sin atención médica.
Pasaron los años, las elecciones, los anuncios… y hoy el antiguo edificio de la salita de salud es el símbolo perfecto del abandono estatal.
Techos dañados, pastizales, muros descascarados y un cartel que ya ni se lee conforman una postal que duele. Lo que alguna vez fue un espacio de esperanza, ahora parece un monumento al olvido.
Los vecinos lo dicen sin vueltas:
> “Es triste ver cómo se deteriora algo que podría haberse aprovechado. Ese lugar podría convertirse en el hospital que tanto necesitamos”.
Mientras tanto, desde el municipio no hay declaraciones, ni planes concretos, ni gestiones visibles ante el Ministerio de Salud Pública. Todo silencio, todo desidia.
Y del lado provincial, tampoco se escucha la voz de quien tantas veces prometió soluciones. Ahuad, ahora diputado nacional electo, parece haber cambiado los recorridos por los pueblos por las butacas del Congreso.
¿Dónde quedaron las promesas de campaña? ¿Dónde está el “modelo misionerista” que juraba estar cerca del pueblo?
Porque mientras los funcionarios sacan cuentas y se reparten cargos, la gente sigue esperando una ambulancia que funcione y un médico que los atienda sin tener que recorrer kilómetros.
Los fines de semana, los mensajes se repiten en los grupos de WhatsApp de los vecinos: “La ambulancia no está disponible”, “no hay atención médica”.
Y cuando hay una urgencia, la respuesta oficial brilla por su ausencia.
Todo esto no es un reclamo político, es un reclamo humano.
Los vecinos de Campo Ramón no piden lujos, piden salud, dignidad y presencia del Estado.
Pero claro, eso no da votos ni fotos para la campaña.
La realidad es dura: el mismo Ahuad que en 2019 prometía un sistema de salud inclusivo, hoy se acomoda en Buenos Aires mientras su provincia se cae a pedazos.
El mismo que se mostraba “cerca de la gente”, hoy calla ante los reclamos de los que más lo necesitan.
Y la pregunta que flota en el aire, entre bronca y resignación, es una sola:
👉 ¿Va a dar la cara, o la gente de Campo Ramón va a seguir viviendo de la ilusión de que alguna vez cumplirán lo prometido?
Qué triste, Misiones. Qué triste Oberá.
La política se pasea en 4×4 por los pueblos mientras los vecinos siguen sin médico, sin ambulancia y sin respuestas.
Las promesas se oxidaron, igual que las chapas del viejo edificio de la salita.
Por Paola Wojtowichz
